Luna llena de abril, año nuevo Jemer. El rugir de las lanchas que utilizan los lugareños inunda los ruidos nocturnos: la música electrónica de las fiestas no tan distantes, las conversaciones del vecino, las pequeñas olas rompiendo contra las balsas de bambú que mantienen las casas a flote.
Los jacintos acuáticos también se reúnen en comunidad, creando otro pueblo flotante que avanza con la corriente como la nada de un cuento de horror, una presencia oscura y silenciosa que se hace grande por momentos antes de desaparecer, no sin antes estorbar sobremanera a los jóvenes que van de una fiesta a otra, o a los pescadores que van o vienen del lago para probar suerte con la pesca nocturna. Para que las hélices de las lanchas no se enreden con la nada, han de abrirse camino una y otra vez elevando al máximo la enorme vara que sostiene la hélice, aumentando también el estruendo.
Tonle Sap, el lago más extenso del sudeste asiático, se formó hace unos 15,000 años. Con el calentamiento climático nació del lago un río que lo conectó con el Mekong, la “madre de los ríos” del sudeste asiático, creando así un ecosistema único. El Mekong nace en el Tíbet y recorre Yunnan, Birmania, Tailandia y Laos. De noviembre a mayo se limita a fluir hacia el mar, pero en los meses del monzón vuelca los excesos de agua en el lago, triplicando su tamaño. Como el lago tan sólo tiene un metro de profundidad en su parte central, el agua se abre camino, sobrepasando la orilla de la temporada seca. En octubre el flujo del agua vuelve a retroceder, y el lago se vacía nuevamente en el Mekong. Este movimiento consigue mantener un equilibrio en el último tramo del río, evitando problemas de inundación y sequía. Un equilibrio que implica una auténtica lección de impermanencia. Tal como dice un proverbio de Camboya, “Cuando el agua sube, los peces comen hormigas, cuando el agua baja, las hormigas comen peces.”
Es temporada seca, y el nivel del agua en Tonle Sap está bajo. Las aguas retroceden permitiendo la revancha de las hormigas, y a los locales cultivar arroz en zonas que permanecen bajo el agua el resto del año.
Durante el reino de Angkor Wat, fundado hace quinientos años al norte de este lago, esta inundación anual era de gran importancia, ya que proveía alimento a una población que llegó a alcanzar el medio millón de habitantes, dando hasta cuatro cosechas de arroz anuales así como las proteínas animales necesarias con las más de 200 variedades de peces que vivían en el lago. Los relieves de Angkor Wat muestran variedades de peces que pescadores de la zona aún saben reconocer, demostrando la enorme riqueza que este ecosistema ha sabido mantener con el paso de los siglos.
Un ecosistema que también mantiene diversos récords: colonias de aves acuáticas en peligro de extinción, y una de las zonas pesqueras más productivas del mundo, con una pesca anual de hasta 300,000 toneladas. Esta combinación de riquezas naturales hace que los locales se resistan a abandonar una forma de vida que les ha mantenido durante siglos, desde los tiempos remotos y prósperos de Angkor Wat, a pesar de la inmensa pobreza en la que se ven sumergidas sus vidas.
Actualmente unos 80000 habitantes se reparten en unas 170 poblaciones flotantes, la solución que aporta equilibrio a una existencia a caballo entre sequía e inundación. Las casas flotantes permiten el necesario traslado, a veces de varios kilómetros. Suele ser el hombre de la casa el que se encarga de arrastrarla con cuerdas, toda la familia a bordo. A veces los habitantes han de hacer esta mudanza integral unas diez veces al año.
La pesca es el principal medio de subsistencia de los locales, en la que se dan variadas técnicas para mayor o menor tamaño de peces, también para la conservación del pescado, esencial en climas tropicales. Otras industrias han aflorado, como la cría de cocodrilos en cautividad para la explotación de su piel, la creación de parcelas flotantes con las que se abastecen de las verduras necesarias, artesanía con los tallos del invasivo jacinto acuático, y un turismo creciente interesado por esta peculiar forma de vida.
Madres que han de mantenerse siempre a distancia de un brazo cuando sus bebés están en pleno descubrimiento del mundo que les rodea, para darles tiempo a agarrar su ropa y tirar de él cuando el gateo sobrepase el límite con el agua. Tener el cuerpo constantemente mecido por los movimientos del agua, y las conversaciones ahogadas por el estruendo de las lanchas al pasar. Niños que han de esperar todo el día dentro del límite de sus casas, porque la familia ha salido con el único vehículo. Juegan con el perro, y ninguno olvida otear el horizonte de vez en cuando, con la esperanza que los suyos vuelvan pronto.
Huertas flotantes, piscifactorías, tiendas que ofrecen todo tipo de productos, el mecánico de motores de barco y el que recoge baterías usadas, los pasos que llevan a los locales entre barcos y plataformas ondulantes sin perder pie en ningún momento, la escueta barca llevando una docena de monjes, todos sentados apretadamente para caber, bien quietos para no tumbar la embarcación, la verbena en la orilla donde bailan en círculo el monótono baile jemer, árboles plantados en macetas aferradas con alambres a los postes de la casa, los porches tuneados con luces de fiesta, o las inevitables miradas furtivas a la intimidad del pueblo flotante, imposible de mantener en un sitio donde las casas no tienen más que una estancia que es todo, abierta al río.
Hay diversos excesos que amenazan la subsistencia de los locales y el hábitat de Tonle Sap, como la explotación de la vegetación de la zona para la construcción o como combustible, la caza furtiva de aves protegidas o sus huevos, la pesca ilegal que merma la variedad y cantidad de peces… Pero la mayor amenaza viene de la creación de diques y embalses en la parte alta del río Mekong, que puede alterar irreversiblemente el ciclo de las aguas del río al lago y del lago al río, destruyendo el ecosistema de la zona. El futuro de un estilo de vida que ha sabido mantenerse durante cientos de años depende de la capacidad administrativa y el sentido común de los gobiernos, y de cómo sabrán encontrar el equilibrio entre progreso y protección.