Para los occidentales, los nombres chinos resultan impronunciables, y lo mismo le pasa a los chinos con nuestros nombres. Para facilitar la socialización, al igual que todo chino elige un seudónimo al estudiar un idioma extranjero, a los extranjeros que vienen a China se les impone un nombre chino.
Esto no es tarea casual, ya que son muchos los factores a tener en cuenta: la fonética, los caracteres y el significado.Mi nombre chino es Yifeng, imitando un poco la fonética de Ivo, el nombre que, para disgusto de mis padres, elegí hace veinte años. “Yi” de arte (艺), y “Feng” de viento (风) , porque me recordaba al viento marino de mi tierra, lleno de fuerza y salitre, al viento que viaja y vuelve loca a la gente.
Desde un principio a mi profesora de chino le chirrió lo de “viento”, de hecho la palabra para “loco” es el ideograma de viento al que se le añade el radical de enfermedad (疯), pero a mí lo que me digan las autoridades siempre me ha dado un poco igual, es más, llevar la contraria refuerza mi postura, así que me quedé como “Viento con Arte”.
Pasaron los años, y dejé Beijing para mudarme al extremo diagonal del país, a Dali, en Yunnan. Una de las muchas cosas que me ofrece esta intensa provincia es un monasterio taoísta donde me refugio cuando necesito reducir la velocidad. Los monjes del lugar son la mejor compañía. Te pueden dar conversación tardes enteras en la que se mide el tiempo con tacitas de té, enseñarte Taichí, o dejarte en paz. Sospecho que saben leer la mente. Uno de ellos, al que le gusta beber más que té y cuya compañía resulta un poco peligrosa, hizo un gesto de disgusto cuando le dije mi nombre. “El viento es inestable, te hace inestable, tienes que buscar otro nombre.” Un poco de estabilidad no me vendría mal, pensé, rechazando la típica reacción de oposición. “Elige tú un nombre para mí, pero que tenga la misma fonética.” “Hecho”.
Pasaron días, semanas, y un día en que el infame viento de Dali rugía por las laderas de la montaña desbaratándolo todo a su paso, me cansé de esperar la llamada del monje y cogí el diccionario. No tardé en encontrar el carácter que buscaba: “丰: abundante”. Cerré el diccionario con satisfacción, y sonó el teléfono. No me sorprendió ver que era el monje. A los dos se nos oía la sonrisa en la voz. “Ya sé qué nombre te va: 丰”.
Abrimos esta sección para ofrecer al lector un juego divertido.
Un servicio de traducción para el que quiera descubrir su carácter o caracteres personales, ya sea para nombres propios, de empresa o imagen corporativa. Uniendo dos culturas en una, buscando en cada reto que nos propongan, el significado más lógico y sagaz, creando un puente entre la lengua china y las lenguas de occidente.