Cloud-Story-Our Cloud 云 (Yun) bupabopi Illustration by Jason Pym

Hay lugares por donde pasan más nubes que otros, hay lugares donde apenas interrumpen el azul del cielo. Y hay lugares que atrapan por su espectacular belleza, y resultan tentadores incluso para las nubes. Es el caso de Cangshan, la montaña de 19 picos que mira a un valle de altiplanicie con un enorme lago en forma de oreja. Entre cima y cima bajan torrentes de agua proveniente de los glaciares o los muchos manantiales que surgen por doquier. Un agua fría y límpida que baja veloz las muchas laderas para llegar al lago, provocando a su paso una vegetación tan densa que tan sólo pájaros y ardillas pueden moverse con soltura. Cuando empezaron a llegar los primeros pobladores apenas se adentraban en la espesura que separaba las orillas del lago de las verdes laderas, repletas de hierbas medicinales, árboles de las más diversas especies y flores. Delicadas y esbeltas en la orilla del lago, sus tallos se van haciendo más leñosos a medida que suben en altitud.  Azaleas de los colores más variados iluminan el primer plano de la vista que se disfruta desde los valles más altos.

El lago y la montaña provocan la presencia constante de nubes. Cirrus, cirrostratos, cirrocúmulos, cúmulos, altocúmulos, altostratos, estratocúmulos, cúmulo nimbus, estratus, fractostratus… todas pasan por aquí, se quedan renqueando un poco por las laderas o en uno de los muchos picos de la montaña, para después atravesar el valle o fundirse con el lago, siempre juntas. Más de una nube se queda maravillada con la belleza de un paraje en particular, pero no pueden hacer nada al respecto, más que suspirar por su eterna vida nómada y soñar con que pronto encontrarán un sitio tan hermoso como éste.

Desde siempre, las nubes han ido siempre unidas por una identidad común que las convierte en un solo ente. Aunque aparezcan separadas, en realidad son una sola demostrando sus múltiples formas, alargadas, esponjosas, deshilachadas o en forma de loca espiral. Dependiendo de la cantidad de luz que dispersan, son blancas, grises, negras o con un sinfín de colores que gira del blanco impoluto al rosado pasando por diversos tonos de azul, amarillo o rojo.

Van surcando los cielos hablando entre ellas como quien piensa en voz alta, separándose cuando se enfadan y uniéndose con la embriaguez de las tormentas, cargadas de agua aunque parezcan vacías de toda materia, pero nunca se separan de su familia más de lo permitido. Las nubes no van nunca aisladas sino que pertenecen a un grupo, un clan, bien definido, que ha de moverse con un mínimo de unión dejando sitio a las que vengan detrás. Las nubes son nómadas de por vida, una vida eterna que no acaba nunca, tan sólo cambian de forma, de vapor condensado a gotas de agua que caen para terminar formando parte de un lago, un río, la mar.

Hasta que se vuelven a condensar y a convertirse en gotas de agua suspendidas sobre el polvo atmosférico. En caso que una de las nubes se haya retrasado en el cambio físico, se queda aletargada encima del lugar donde sus hermanas hayan caído o la éstas la esperan desde lo alto, pero siempre han de ir juntas, o relativamente juntas. Nunca, nunca, ha ido una nube por libre.

La claridad que se insinúa bajo el horizonte anuncia la llegada del sol. Hoy será un día resplandeciente. Empiezan a adivinarse las formas del nuevo valle al que han llegado. A Nube le encanta llegar a un sitio nuevo de noche, y descubrirlo con la luz del sol cuando ya lleva horas en lo desconocido. Le encanta esa sensación de irrealidad, la de saberte en un sitio sin saber cómo es. Sus hermanas se acumulan junto a ella, esperando que salga el sol para que caliente el aire frío que sale de la tierra, y así conseguir que ascienda, iniciando el movimiento. Todas tienen ganas de ir al lago, la vista desde la montaña es maravillosa, pero cuando el sol hace resplandecer las límpidas aguas del lago todas las nubes se quedan maravilladas con el calor que desprende esa luz. Este sitio es idílico y todas lo están disfrutando. Pero Nube siente algo más. Le resulta imposible abandonar este lugar. Es como si las laderas de la montaña se lo pidieran a gritos. No entiende cómo no forma parte del deseo general y unánime. Aunque ella siempre tuvo problemas con la autoridad, incluso con la propia. Y la belleza del lugar hace que sea muchísimo más fácil rebelarse contra cualquiera.

Sus hermanas empiezan a descender al valle, deslizándose sobre las laderas cubiertas con el denso manto forestal, interrumpido por praderas de verde césped. Pero a ella le gusta la sensación de cosquilleo que le provoca la cima sobre la que se encuentra, la más alta de todas. Mira hacia los lados y su deseo de expandirse crece con esa mirada, la sigue como un pensamiento natural, y empieza a extenderse sobre los muchos picos que surgen de la cresta, hacia el norte, hacia el sur. Mmmmm… el placer le ayuda hacer oídos sordos sobre las protestas de sus hermanas “Nube, ¿pero qué haces? El tiempo no es para que te extiendas a los largo de la cresta, sino para que bajes con nosotras al lago”. Pero Nube no quiere perderse en el agua, olvidarse otra vez de sí misma.

Es extraño cómo, aunque se pierda al fundirse con el agua sin condensar, su identidad problemática sigue buscándose, manteniéndose, para volver a evaporarse como Nube, parte de las demás, sí, pero única e intransferible. Por primera vez su rebeldía la fortalece más de la cuenta, se vuelve cada vez más densa, se mueve aunque parezca inmóvil, hasta ser un manto de algodón de azúcar sobre las cimas. Sus hermanas ya han desaparecido en el lago, no sin antes mirar hacia atrás con mohín de preocupación. No querían fundirse con el lago, pero el hecho de que Nube no descienda con ellas se convierte en un problema, la brisa las empujaría demasiado lejos y la dejarían detrás, y si se encuentra con el siguiente clan de nubes, van a tener todas un problema con los altos mandatarios. ¡Su existencia de nube podría verse mermada, incluso siendo eterna! Las castigarían convirtiéndolas en agua que no sale de las cañerías, limitadas por los tubos de acero inoxidable. Así que deciden disolverse y caer inesperadamente como suave llovizna sobre el lago, y esperan, impacientes, que Nube decida moverse. Y lo hace, pero no parece que tenga intención de unirse a ellas. Se pasea por la montaña, los distintos valles, explorando cada rincón, cada árbol, disfrutando cada vista distinta pero igual de bella que la anterior. Se hace más pequeña y discreta, a veces una mera bruma que pasa casi desapercibida, alterando más aún a sus hermanas. Por fin decide caer en el agua de un manantial que la lleva a toda velocidad ladera abajo, para acabar en el lago.

“No me pienso marchar” dice firme a sus hermanas, antes que ninguna tuviera tiempo de protestar. “Estoy harta de la vida nómada, ya he visto bastante mundo, me quedo aquí.” “¡No nos puedes abandonar!¡Está prohibido!” “Entonces que vengan los altos mandatarios a buscarme y a castigarme, así se lo podéis decir.” “No podemos funcionar sin ti, ¡eres parte de nosotras!” “Ya lo habéis hecho muchas veces, es obvio que mi pensamiento independiente no os afecta para hacer lo que debéis, y dejando el grupo os hago más un favor que otra cosa.”

El calor del sol convierte la superficie del lago en una especie de gran sartén, las nubes comienzan a evaporarse de nuevo, las primeras intentan mantenerse como pueden sobre la superficie del lago, esperando que se tome una decisión. Si unieran sus deseos con todas sus fuerzas, Nube tendría verdadera dificultad para mantener su rebelión. Pero el grupo carece de suficiente fuerza. Están cansadas de luchar a contracorriente. Y Nube se ha refugiado en una profunda gruta, donde los rayos del sol no llegan para arrastrarla a la superficie, fuera del agua. Tristes y aliviadas a la vez, las nubes del clan se van formando encima del lago, flotando, escudriñando sin esperanzas las partes más oscuras donde saben que se ha escondido la oveja negra de la familia. Y de pronto un golpe de viento las lanza contra las montañas de la otra orilla, que son muchos más bajas, por lo que no implican ningún obstáculo. Poco a poco, la última nube del clan pierde de vista el hermoso valle, para seguir su eterno viaje, aligeradas de un peso que ahora encuentran innecesario.

Se queda el cielo del valle límpido, el paso de este clan de nubes ha sido más rápido de lo habitual, a las siguientes nubes no les ha dado tiempo aún de llegar. Nube se evapora antes que el sol pierda fuerza, creando una formación pequeña, discreta, para no levantar sospechas. En realidad no sabe muy bien de qué ha de tener cuidado: el valle apenas está poblado, y los animales tienen bastante preocupación sobreviviendo cada día para prestar atención a esa nube solitaria que surca precavida el cielo, yendo en sentido contrario al habitual, de vuelta hacia la montaña de sus sueños.

Cuando en invierno los feroces vientos azotan la región, Nube se condensa y se deja caer, sobre los manantiales o el lago, para no verse empujada fuera de lo que ya considera su hogar legítimo. Durante los monzones, cuando llueve un día sí y al otro también, Nube se esconde dentro de la gruta del lago, aunque tampoco hubiera sido necesario porque las nubes del monzón están tan ocupadas que no se hubieran fijado en esa presencia no perteneciente a su clan.

Y cuando los nuevos clanes de nubes trepan hacia la cresta de la montaña para aparecer en este valle, Nube se convierte en un suspiro de sí misma, para esconderse en la esquina de algún risco o entre los árboles de un bosque.

Pocos se han fijado, con el paso de los años y los siglos, en la presencia de esa nube curiosa que sólo se ve cuando no tiene mucho sentido, como una mota de algodón recorriendo alegre los 20 valles de la montaña o contorneando la orilla del lago, o en su posición favorita, extendida y compacta a lo largo de la cresta de la montaña. Y los pocos que se han fijado no dirían jamás nada a las demás nubes, porque Nube ya era parte indeleble del paisaje de Cangshan.